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214. LAS VECES QUE A VECES AMAS

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Cuando llega la posesión, no hay ninguna discusión…

quién se entrega, quién posee, que éste manda

o aquél se yergue imponente para descender

a la profundidad que sea conveniente

para iniciar de la onda periódico el vibrar

que aumenta mitigando la fatiga

de la lenta letanía que gritase el alma en pena

para aceptar el castigo que el viril ha decidido

hasta sanear la condena sin misericordia humana…

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Se escucha el gemir bendito como un trueno

en acecho y un toro que anda bravío

resoplando con el viento que se encona

invadiendo el navío que no localiza el puerto

para encallar mientras pasa la tormenta

del derroche vehemente y el canto sigue

improvisado a dos voces en sus tiempos…

hasta confluir el alimento que se agota

y se mitiga la enconada avaricia

de aquel que ama y del que es amado…

desde la profundidad del alma,

sin compasión ni cansancio…

hasta la llegada del alba

las veces que a veces amas.

 

 

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