Tu cuerpo fue el puñal con el que maté el frío y la soledad,
los desollé a rabiar hasta llenarme de ti,
de tu perfume, de tu aliento, de tu mirada,
y así, fuera naciendo una sionrisa por segundo
para que tu sol iluminara mi vera,
ésta ruta deambulada por tus manos y caricias.
Sentí llegar la hora-buena, y abrazado
a tu alegría quise perennizar los últimos
rayos de la noche, para tactarte
por siempre.
Me fuí hundiendo en tus ojos de miel
que hablaban de amor y amor,
busque mi corazón y te lo dí entero,
sevido como el mejor de los vinos
y a besos robé tu sal de mar enfurecido,
me perdí, como se pierde el sueño,
cuando soñar no basta,
y fuí tuyo y tu mía.
Ahora se que estoy, perdido sin tu compañía,
acompañado por el recuerdo que sembraste
en mi historia.