(Managua, 20 de septiembre de 2013)
Gracias a Pepita Fernández por animarme a escribir
Caminé libre, caminé preso de aquella loca idea de verte en cada esquina que encontraba.
Mis ojos atisbaban a cada paso, una sombra que en realidad nunca existió.
Era la hora del asalto, la hora de los suspiros, la hora del afán y la prisa.
Era la hora de sacar a asolear mis versos y es así que me encontré escribiendo otra vez.
Sentado en aquella banqueta en donde un día te besé, los trazos, palabras, frases, oraciones, fluían cada vez más presurosas, como queriendo alcanzar a mis pensamientos.
Las palabras parecían alcanzar tus manos, aquellas que entre las mías tuve y en cada final, comenzaba otra vez a tocar tus cabellos y rozar tus labios.
Se vieron encendidos con la luz de tus ojos y ese brillo que me cautivó.
Atrapados en el torbellino de pasión, en la candidez de la ternura y a cada frase escrita, otra vez tus besos, otra vez tus pasos y esa fresca sonrisa que mostraba tus nacarados dientes.
Nuevamente me asaltó la idea de encontrarte y emprendí la marcha.
Me sentí Samuel de Belibet, caminando sin rumbo fijo, condenado a caminar sin encontrarte.
Traté de recordar tu voz, de encontrar el detalle…pero me fue imposible.
Si al menos mi memoria fuera la mitad de eficiente que este sentimiento que me atormenta, entonces, estoy seguro que te traería intacta y no volaría más mi imaginación, sino, que se deleitaría en tu regazo, mientras tus manos acariciaran mi rostro y tu voz endulzara mis oídos.
Caigo nuevamente a cuentas que te has ido, que nunca volverás y que ya nunca más te escuchará ni te sentirá mis sentidos y esta tristeza amarga que me embarga, otra vez se presenta y me trae a la realidad: “Tú ya no estás conmigo”