Desterrado encuentra con su olfato
que aún las cicatrices de viejas batallas
no le evitarán sentir nuevas heridas,
y aunque su vieja piel se ha remendado,
aunque ataque con firmeza y agallas,
el beso violento puede nuevamente abrirlas.
Cauteloso se acerca y observa,
su olfato no puede fallar.
Encuentra su destino tan cerca,
y en su victoria vida eterna,
cómo quisiera adorar,
anhelada y codiciada Helena.
Entre pensamientos más humanos que animales,
y aunque todos sus sentidos en alerta,
no evita el descuido y sus males,
bien intencionalmente o por torpeza,
un ruido suave y brota sangre.
Una nueva cicatriz su pecho guarda,
y en ella sangre y esta cruda historia,
que aunque al recordarla duela y arda,
a la luna canta cada noche su perdida gloria.