Tiemblan los dedos que te piensan al escribirte,
obcecados en beber del licor de tu inspiración,
decididos se lanzan al placer de vivirte,
como el primer latido de un corazón.
Rastreando el pensamiento persigo los adjetivos,
se estrellan contra el muro de tu indescriptible naturaleza,
ni exprimiendo el alma ni estrujando los sentidos,
encuentro las palabras que describan tu belleza.
Acariciar el filo de tu propio consentimiento,
y disentir de los principios de esta realidad,
te recreas paseando por los vértices del conocimiento,
para vivir al abrigo de tu propia voluntad.
Colmado de savia el baúl de tus sueños,
por un rió incesante a través de tus oídos,
y la obsesión de tus pupilas que no cejan en su empeño,
de absorber los manantiales en los libros comprendidos.
Los ojos que reflejan destellos de añoranza,
se agotan de mirar al cielo y solo ver el abismo,
nacerán de sus adentros brotes de esperanza,
compartiendo su soledad y encomendándola al optimismo.
En el extremo cercano de la duda,
en los oasis y remansos del camino recorrido,
en el espejo de tu mirada que es el logro de tu vida,
reside autentico amor, amor correspondido.
Se agota la voz que susurra estos versos,
si no resuena en el eco de tu reflexión,
efímera y débil como la ilusión de un preso,
como el último latido de un corazón.