Doy gracias por los ojos:
me guían a través de calles
y avenidas llegando
al paradero indicado
para abordar una buseta
que ha de transportarme
al destino deseado.
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Doy gracias por los ojos:
perciben un chico
que sentado se ha, a mi lado
con sus oídos taponados
con parlantes miniatura
escuchando mensajes diferentes
al ruido que acompaña el derredor,
con mirar aislado hacia adelante
ignorando la radio del transporte
donde se escucha sonar
algo de moda
con acompañamiento
de voz agudizada
con letras en inglés,
lastimando el conjunto
mis oídos sensibles a los ruidos,
santiguándose devoto cada vez
que enfrente de una iglesia
cruzamos.
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Doy gracias por los ojos:
descubren un montón de personajes,
un sin número de cuentos,
fantásticas leyendas,
con colores y formas fascinantes,
caprichosas y danzantes,
entre nubes ondulantes,
transportado a mundos
quizá inexistentes,
mi mente febril y anonadada.
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Doy gracias por los ojos:
observan fantasmagóricas
figuras retorcidas,
en cómplices eróticas piruetas,
insinuante montonera
de verdes guaduales apretados,
al compás del viento silbante
alborotado...
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Doy gracias por los ojos:
atentos están siempre
detectando aquí y allá
cuanto suele suceder,
para ser algo cuidadosa
en el camino a elegir
para el siguiente paso dar
con certeza.
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Doy gracias por los ojos:
miran construcciones consternados
con tamaño, color
y modelos muy variados
disfrutando la selva de cemento
con murales incitantes
con mensajes de paz
de arte y muchas cosas más.
Improvisadamente se “topan”
con el marchar de una carreta
que lleva mercancía muy preciada
compuesta de revuelto,
frutas frescas y jugosas
presentándose ante mí
muy apetitosas.
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Doy gracias por los ojos:
detenidos en el parque citadino
donde algunos jóvenes y chicos
se deleitan en el juego
acompañados de ardiente Sol
despuntando matutino.
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Doy gracias por los ojos:
descubriendo maravillas de colores
formas y sucesos
aquí, allá y donde sea que se posen.
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Doy gracias por los ojos:
al llegar a mi clase recurrente
encuentran un montón de jóvenes
oyentes, que disponen su ser
de hermoso trazo
de estatura variada
y tez mezclada en los colores
de deliciosos matices de marrones,
acompañando la variedad de rostros
con ojos atentos, dormilones,
picarones, con la esperanza, el cielo,
la mar, un nubarrón, el café,
el avellana, el azabache
y la madera pintados en su rostro
mirándome expectantes
con expresión extraña,
huraña, relajada o hasta confiada.
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Doy gracias por los ojos:
detectan el centellear
de tus ojos insinuantes
al mirarme frente a frente la avellana
en soledad o compañía
adornados de incontables
cortejos y destellos
aceptando otros ojos desafiantes
que en tu bello rostro posarse
han osado
fijando admirados su mirar.
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Doy gracias por los ojos:
en deliciosa penumbra
tu extenso desnudo allí tumbado
acompañado del hechizo
del erguido ciprés
que se ha encontrado
y contemplan admirados.
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Doy gracias por los ojos:
elevados al cielo eterno, infinito
abarcando el transitar del Sol radiante
marchando imperturbable
rodeado de nubes grises
plateadas, blanquecinas y azuladas.
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Doy gracias por los ojos:
se meten en titilantes
estrellas vespertinas
indicando un camino a recorrer
con la plata hechicera
que destella
rayos deslumbrantes refulgentes.
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Doy gracias por los ojos:
descubren un niño callejero que sonriente
recibe un bombón de mi inconsciente
y manda un beso en alas del viento
contento por mi obsequio irreverente.
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Doy gracias por los ojos:
cuando camino por las calles citadinas
me evitan tropezar con un habitante
que en la calle tiende su un trozo de cartón
con actitud complaciente para “toriar”
el frío intenso de la noche y la humedad del pavimento
cuando el agua de lluvia escurra
y ahora el hambre lo vence
y muy “mariado” se encuentra
por el olor que ha chupado de un pegante
que penetra por sus fosas
secas y derruidas por la expuesta
a la circunstancia.
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Doy gracias por los ojos:
que ven la iglesia del barrio
donde hay escapularios
y la Virgen del Rosario
que protegen al sicario
que espera una recompensa
por el alma que no lo piensa.
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Doy gracias por los ojos:
son tan maravillosos
permitiéndome ver
a mi familia, mis amigos,
libros y las letras que ahora escribo
logrando gran deleite al hacerlo
y deleitando mi ser al percibir.
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Por los ojos que poseo
y por lo que con ellos veo:
al Eterno infinitas gracias doy.
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