No es libre la gacela veloz de la sabana.
Ni la grácil alondra que se eleva en el cielo.
Ni la industriosa abeja, ni la nívea gaviota.
¡Tampoco tú eres libre, humano compañero!
¡Tu libertad es sólo engañoso espejismo!
Si te crees de tus actos ser absoluto dueño,
si totalmente libre te imaginas, iluso,
medita honestamente con ánimo sereno
y verás que en el fondo esclavo serás siempre
de esa tu idiosincrasia, de tu temperamento.
Eres fatal producto de genética herencia
e ineludible fruto del espacio y del tiempo
en que el azar voluble quiso que tú nacieras.
Así, eres resultado de un ambiente concreto
que indeleble ha acuñado tu identidad profunda.
Los genes y el entorno conformaron tu esencia.
Tu ser está marcado con imborrable estigma
desde tu tierna, dúctil y candorosa infancia.
¡Tú eres ése y no otro! ¡Mírate en el espejo!
Así eres tú y no puedes por otro transmutarte,
al igual que no puedes, si eres blanco, ser negro,
ni mudar tu estatura, ni el color de tus ojos.
Quizá con férreo empeño, con titánico esfuerzo,
puedas de tu carácter o tu comportamiento
cambiar ligeramente algún somero aspecto.
Pero tu ser primario, tu personalidad,
proseguirá inmutable al fondo perviviendo.
Y no podrás por ello actuar como quisieras,
sino tan sólo dentro de los límites tercos
que poderosa impone tu individualidad.
Desearías acaso de algún modo diverso
reaccionar instintivo. O de forma distinta
obrar y responder en algunos momentos.
Pero tú eres así y así es el resultado
que produce en tu ser el estímulo externo,
por lo que tu respuesta está condicionada.
¡No eres libre, por tanto, como vienes creyendo!
¡Tienes claras fronteras en tu libre albedrío!
¡Y sutiles barrotes tu insoslayable encierro!
¡Tu libertad es sólo parcial y limitada,
pajarillo enjaulado de restringidos vuelos!