Un dia de enero,
al amanecer,
sacaba el cabrero
el rebaño a pacer.
Contaba las cabras
todas una a una
para que ninguna
se pudiera perder.
Oscar, el perrito
con mucho salero
marcaba el sendero
que habia que coger.
Durante el trayecto
que juntos andaban
el cabrero silbaba
a su perrito fiel.
Oscar obediente
saltaba y brincaba
y raudo obligaba
al redil a volver.
Lindas campanillas,
el cencerro hacía el bajo
golpeando el badajo,
al saltar y al correr.
Llegado al terreno
donde ellas pastaban
ambos reposaban
hasta atardecer.
Del monte al cortijo,
y así día a día,
la monotonía
llego a aborrecer.
Un dia el cabrero
mientras descansaba
en alto soñaba
el rebaño vender.
Venderé las cabras
pensaba el cabrero
y con el dinero
que he recoger
montaré un negocio
en la capital
y allí el capital
haré yo crecer.
Mientras dormitaba
Oscar escuchaba
en silencio, y callaba
con miedo a creer.
Fué tanto el impacto
que desde ese día
la melancolía
invadió su ser.
Oscar meditaba
y se entristecía
qué futuro habría,
comenzó a temer.
Un dia el cabrero
por más que buscaba
a Oscar no encontraba
al anochecer.
¿Oscar, donde estás,
gritaba el cabrero,
está anocheciendo
y vamos a volver?.
Mirando a lo lejos
en un escondrijo
encontró un cobijo
a Oscar creyó ver.
Se acercó silente,
le cogió en sus brazos
y vio en su regazo
que iba a fenecer.
Con gran desconsuelo
le cerró los ojos
irrumpió en sollozos,
y se puso a llover.
Hizo un pequeño hoyo
con sus propias manos,
con gesto cristiano
tierra empezó a verter.
Desde aquel entonces
en el mes de enero
vuelve allí el cabrero
a su amigo a ver.
\"Recuerda mi amigo,
mi fiel compañero,
que nunca el dinero
me hará ya olvidar,
la vida contigo,
el mismo sendero,
de pena me muero
y me pongo a llorar\".
En ese lugar,
junto a ese camino
donde Oscar reposa,
ha brotado un pino
con forma de rosa,
como si el destino
quisiera dar sombra
y así perfumar
a este fiel amigo