Llegué al mundo
un dos de Septiembre
cuando declina el estío,
cuando la luna se baña en el río
y asoma el otoño de marrón vestido.
Mi infancia son recuerdos
de un barrio de luz y colorido
a orillas del Turia de plata
donde se dan la mano
los hijos de la raza,
arte, sabiduría y templanza.
Mi historia sin pena ni gloria
y mis días en plácida armonía,
aunque pasados los años alcanzaría
la condición de señora.
En belleza no soy musa inspiradora
pero sí lo que se dice de buen ver...
y Cupido me diera con sus flechas
siendo una inexperta quinceañera.
Corre por mis venas sangre buñolera
y mis versos brotan de lo más profundo,
más que mujer soy la niña que atesora
ilusiones y alegría a todas horas.
Adoro la pintura y las letras
y la belleza de cuanto me rodea,
más aborrezco lo que se destaca
levantando a su paso la marea.
Desdeño a los que crean razones
para justificar sus malas acciones
y a los que se sienten dueños del mundo
haciendo de él un duelo profundo.
Soy generosa, sensible y romántica,
con mi pluma voy derramando el alma
para todo aquel que con estilo y calma
sepa leer en mis humildes estrofas.
Converso con la mujer o niña, da lo mismo
porque Dios me escucha en el infinito,
mi plática abarca con este buen amigo,
pasado, presente y futuro consigo.
Un pasado feliz y contento,
un presente resignada a mi dolor,
un futuro en el que no pienso
porque puede ser demoledor.
Practico el lenguaje de lo bello
llenándome de sus naturales misterios
y me paro un instante a escuchar los ecos
de las voces de valles y campos
que me inspiran estos versos.
Y cuando llegue el silencio
en la doliente madrugada
le brindaré una sonrisa
y lentamente y sin prisa
me fundiré en la nada.
Fina