Oscar Perez

Elegía al viento

Elegía al viento

 

El viento, hijo del aire,

y, por tanto, nieto del árbol,

memoria nos dejó de cuanta hazaña

con su ojo presenció en plena espesura,

aliento para amar lo que ya venga

y un hálito de miel en la estocada del olvido.

Cual perro fiel se lame en las camisas

colgadas del cordel de las nostalgias,

a veces arrebata algún pañuelo

que en sangre y en sudor la vida cubre

y, equilibrado apenas en sus dedos de ángel,

camina y zigzaguea en las esquirlas de un afecto.

El viento es ventanal, visión, villano

que levanta las faldas de las damas,

que arrebata los papeles al ministro,

que revuelve las hojas del otoño y de los mínimos alveolos,

es rosa deshojada por la muerte,

grito que no oyó el palomo devorado por los cóndores,

y boca que arrulló con su cansancio la hora muerta.

Ven, viento, levanta la cabeza,

te sienta bien esa corbata de palomas,

ese perfume en tu cuello de azucenas

y ese paso de sol en los sombreros de la aurora,

avísame del pan cuando en el horno ya esté listo,

hemos puesto la mesa, sólo falta tu canto,

la oración la dijeron los niños como a diario

y sólo tú sabrás qué habrás de hacer con sus cabellos.

Estás en el sopor de los desiertos blancos,

en la botella del mensaje que a las costas

del invierno y del verano llega, repartiendo nuevos sueños,

en los metales de los trenes que abren paso por los campos

y llevan otra ciudad donde el trigal ya levantaba calles de oro.

Estás, viento, en la bolsa de las compras del mercado,

entre el diario de ayer y una nueva merluza,

entre las zanahorias y el té verde para el buen amigo,

eres elemental como todo lo invisible,

inexistente como la verdad que tantas arrugas nos provoca,

feliz como la sal que unió al tomate y la cebolla

y las campanas movió llamando al festín de los vecinos.

Si eres alegre, no lo sé, llevas tu boca

cubierta por tu canto transparente,

a veces ciega voz entre las púas de un alambre,

a veces melodiosa danza libre de los siete mares.

No sé dónde te irás cuando termine todo,

contigo quiero ir, con tus monedas que titilan

y resuenan en las faltriqueras del gran misterio de este mundo.

Acaso acabe en mi tu laberinto de huracanes

y sea yo el volar en que tú, viento, por fin sepas

que vivir no ha sido triste,

no ha sido prohibido, no ha sido en vano,

pues nos ha visto desnudos y cantando

con la vieja libertad de dos amigos viejos

que saben que no existe nada, nada sino ellos mismos

y el viento de otra voz que nos dirige sin cesar en esta esfera.

 

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22 09 13