El Hambre
No me puedo dormir: el hambre me devora
Es un hambre voraz, ávido, insaciable;
un hambre interminable, exigente,
desesperado, ansioso, inenarrable.
Es hambre de tu boca,
esa boca que abrió el camino a la locura,
la boca que derribó barreras y murallas,
construídas en años de abstinencia
fiel y sosegada, de resignada paciencia,
de esperas sin derecho a la esperanza.
¡Y me sentía tan fuerte yo detrás de esas murallas!
Tan, amparada, oculta, guarnecida…
tan segura ya de estar inmunizada
contra los fuegos del deseo que enciende
la pasión desatada por besos y palabras,
la locura de manos que arden desaforadas
rozan, acarician, aprietan, estrujan,
pierden todo resto de razón
y se dejan vencer por la locura.
Manos que dejan huellas en la piel ansiosa y transpirada,
esa piel que se iba marchitando sin remedio
hasta que la humedeció tu boca,
esa boca elocuente de besos y palabras,
Y yo, que me vestí de fantasías para olvidar la pena,
y caminé por la vida con la máscara de la cordura,
desperté de repente entre tus brazos y desde entonces,
sólo siento hambre. Hambre de ti: sólo ese hambre.*