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Me tomaste las manos:
eran de nieve.
Como ave asustada
me refugié en tu nido,
encontré un corcel indómito
que coceaba mi seno:
sentí que también
te delataba el miedo.
Buscó mi boca tu boca
y en caricias de nubes
nos perdimos juntos
explorando planetas.
Fue tan quedo,
tan dulce,
tan tierno,
tan bueno
ese saberme tuya.
Por lo fugaz de la estrella,
no sé si duró un instante
o se eternizó la entrega.