Amor del alma
En una bruma alucinada, hiriente;
estás retorno que apresura remos,
imponiendo antojo, vana la fuente;
dejando los campos secos y yermos.
Hay un telar, un tejedor ferviente;
un enhebrar de sedas que volcamos
sobre la vida que reta al poniente,
y así al final decimos: ¡nos amamos!
Imponderables, mágicos momentos
deslíese en el tiempo de los tiempos;
dándonos los almendrados fermentos
unen las manos, cesan los tormentos.
El sol en su cenit luce sus crespos,
pule escalas y lega sacramentos.
Theo Corona
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