El lago sosegado
que fue nuestro querido
nido
vibra hoy alborotado
en bullicios fogosos:
pueriles voceríos candorosos.
Criaturas inocentes,
de amorosos minutos
frutos,
iluminan lucientes
el hoy de nuestra vida
con su tierna mirada agradecida.
Temor y amor fundidos
en nuestra balbuciente
mente
bullen entretejidos
por su ahora y su mañana:
un devenir que el ciego azar desgrana.
Mas en estos instantes
de alegres y soleados
prados,
gocemos los fragantes
aromas que rezuma
una felicidad que ya se esfuma.