Amo el silencio que transcurre por las calles del otoño,
mientras una llovizna casi imperceptible sofoca
el sonido de las hojas amarillas que cubren las aceras.
Qué calma es el silencio que acompaña
mis pasos apagados mientras los recuerdos
comienzan a flotar, evanescentes,
y la nostalgia se abre paso desde el fondo de mi alma,
aterida de soledad desde que estás ausente.
Qué bello es el silencio que me permite imaginar tu voz,
el armónico fluir de las palabras que alguna vez
formaron lazos invisibles uniendo nuestras vidas.
Qué grato es el silencio que me deja espacio
para reconstruir el sonido de tu risa,
aquella risa sana, fresca, juvenil,
dichosa, que alguna vez me hizo sentir
el ángel salvador de tu esperanza.
Qué dulce es el silencio que me permite
evadirme del olvido y refugiarme en la ternura
de los abrazos para siempre perdidos