Desfallece el rosal frente a un beso de desconsuelo
en tu corazón que mece sus trenzas de espiga
y ahí, yacida en el soplo de unos labios de espuma
desenreda sus pétalos de plata la alondra.
Era como el cielo congelado en los brazos de septiembre
que danza y mece su voz de silencio en la sangre
y , aquí, en el seno de la sombra, siento la desnudez de sus huellas en el rocío de una lágrima
al levantar su vuelo hacia el pausado susurro de un latido roto.
Entre el follaje de sus pestañas y el batir de la brisa
húmeda, anclada a un baúl de recuerdos latentes sin emociones
como un velero errante en el horizonte caído
al que el aliento roza en la penumbra su rostro de abismo infinito.
Se desciñen sus labios de su silencio nocturno
al cantar tu nombre de flama cálida
en la noche, oscura como el ocaso de Abril
al que se lo lleva la niebla y sus brazos de tristeza.
Aquí , en la dura tierra , te amo
y se pierden las manecillas de tu corazón en la lejanía lozana
los minutos se consumen en la llama de las olas embravecidas
pausando sus latidos y desgarrándose ya muerta en un sueño.
El viento derrama su llanto sin lágrimas
resbalando incontenibles las estrellas en noviembre
atravesando el umbral donde habita el alma
y meciéndose en los dulces brazos del almendro.
Mi voz buscaba en su roce aquella palabra olvidada
a la que el viento olvido llevar a tu oído
perdida en el cruce de tantos claveles errantes
y aun anhelo deshojar el beso en primavera.