Necesito un refugio que me pueda contener de esta soledad. Necesito un lugar, para escapar del olvido que llega con la partida del real y la compañía del recuerdo que ocupará el vacio, llenándolo de nada, donde antes había todo.
Tómo un vaso con agua, miro al silencio y lo bebo. Por fin me siento vivo en un cuerpo que parece prestado, alquilado… robado. Es un cuerpo que supo ser tuyo, y hoy, no es nada…
“quizás esta noche la vida me lleve en su sepulcro,
me regale a la muerte y se olvide de despedirse.
Quizás esta noche, termine de perder la locura,
y me gane el anhelo de volver a ser un llanto, de nadie.
Quizás, cuando amanezca, todo haya pasado,
y el olvido me haya olvidado… y el recuerdo, me recuerde”
Dejo mi pluma, leo el verso, y conforme lo tiro por la ventana. A los lejos, una mujer de oscuros lentes lo recoge, y también lo lee, y también lo tira, y también me tira…
“y cuando nada quede de mi,
solo el perfume entre los brazos del desprecio,
acabaremos contando el mismo final, en distintos cuentos”
Lemos Maximiliano Daniel.
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