A María Isabel
Le supliqué a la luna que fulgía,
Con sublime humildad,
Que jamás se fueran la alegría
Ni la sinceridad
De la bella dama que amor prodiga
Al trovador que ofrenda
Su canto en madrigal y lo bendiga
Y finísima prenda
Le regale coqueta y conmovida
En romántico gesto
Llena de embriagantes halos… rendida
A su galante apuesto.