Muchas veces, mis palabras no cuentan en ti
porque siempre noto
como si hablara al aire.
Aunque éste a veces responde con su silbido.
Se siente en el cuerpo, en los ojos.
Pero para ti, mis palabras no cuentan,
vives en el limbo.
Te he entregado y te entrego,
todo lo que puedo.
Desde lo que se te antoja,
hasta todo el amor
que pueda entregarte.
Hoy solamente puedo decirte
que ya no me quedan palabras.
La calma de mi alma,
ha dejado de existir,
pienso que ya todo te lo he dicho.
Éste, otro día especial en mi vida.
¿quieres saber qué es lo que hoy siento?
pero... qué te importa a ti mi sentir.
Seguro estoy que no has de preguntarme
siquiera por qué.
No pensé llegarías a convertirte
en esta silenciosa e indiferente mujer.
Insisto...¿quieres saber qué es lo que hoy siento?
Me siento como si estuviese encerrado
con vida, en un panteón familiar...
llorando a mis muertos, rezando por ellos,
después, finaliza mi llanto, me quedo quieto y pensativo.
Decido salir, no puedo hacerlo,
porque la puerta del panteón está cerrada con llave.
No la he cerrado yo.
Yo abrí la puerta con mi llave,
pero ahora no la tengo,
no la encuentro.
Golpeo y golpeo la puerta
para que alguien me escuche.
Nadie pasa por allí, nadie me oye...
me quedo sentado, escuchando el silencio.
Tengo en mi alma una pena profunda...
una inmensa necesidad de salir de allí,
pero después me reconforto,
pensando que no he de ver gente,
que no escucharé voces...
qué silencio se siente estar aquí...
así me siento, con esta sensación...
sin estar en un panteón...
Es solo la sensación que siente mi corazón.
Tal vez te reirás de lo que acabo de decirte,
tal vez te pongas contenta... qué sé yo...
Te comento todo esto, como si fuese un poeta,
que imagina todo lo que acabo de decirte.
Un poeta con ánimo decaído,
un escritor que hoy, deseo tener
el mismo silencio del imaginario panteón.
Una amiga desde Italia
hace varios años me regaló,
por mi gran práctica religiosa, un rosario.
Lo tengo colgado en la cabecera de mi cama.
Muchas veces, a oscuras, levanto mi mano,
sostengo entre mis dedos la cruz de Cristo,
y casi siempre rezo...
Y cuando no lo hago, aprieto muy fuertemente
esa cruz... y me quedo dormido...
Al día siguiente, me levanto de muy buen humor...
Mis palabras no cuentan para ti,
pero Jesús me escucha.
Él sé que escucha mis ruegos...
rezo por ti, por el mundo,
y un poco por mí...
Derechos reservados del autor(Hugo Emilio Ocanto - 28/09/2013)