Z Gomez

Errores de la fe

Errores de la fe

 

Marcaste mi rostro una noche

con las siete velas de Tu candelabro;

Te bastó sonar un cuerno y, como bicho que vuela,

mi alma se enamoró de Tu palabra,

que era luz.

 

Por ese instante renuncié a mi emblema:

tiré mi cruz

y levanté Tu estrella,

al tiempo que Tu lengua preciosa invadía mi mente

y seducía mi opinión.

 

Me ordenaste entonces que cerrara mi libro

y dejara abierto el Tuyo

mientras me dabas Tu aliento

en esta nueva forma

en que Te acercabas a mi ser.

 

Y confié…

 

Pero he aquí que hoy encuentro a tus hijos

haciendo nada de lo que dijiste ayer;

profanando, mancillando, ultrajando

un suelo débil, un suelo estrecho,

hecho tan sólo de arena de desierto

y mar.

 

He aquí que hoy los veo

empapados de lágrimas ajenas,

ebrios de escarlata,

por las calles que sólo muestran oquedad.

 

Hoy corro buscándote entre muros derruidos...

laberintos que secuestran la inocencia

de los niños bañados en metralla

y sus madres, sus hermanas,

reistiéndose a ser vaciadas

de su esperanza y voluntad.

 

¿Y es que es hoy cuando me dices

que de acuerdo a tus premisas

no es igual matar que asesinar?

 

¿Cómo has podido embaucarme así?

Mira lo que han hecho a sus hermanos…

¿Pero en dónde está hoy tu pueblo?

 

 

¡En dónde están tus hijos, Elohim! Qo