Noche oscura y serena
Tu testigo de de mi llanto
Podrías decirle a mi nena
Que aún la quiero tanto.
Ustedes, de la noche luciérnagas,
Lámparas del gran techo,
Podrían regresar a mi lecho,
A esa que en mi pecho a abierto llagas.
Tú, almohada amiga,
De mi sufrimiento testigo,
Podrías regresar a mi vida,
A esa que me ha brindado el peor castigo.
Tú, sol de la noche,
De grandes poetas su Elena,
Podrías decirle a mi nena,
Que mi amor ya no derroche.
Tú, brisa fría,
Mi lisonja a su oído transporta,
Cuéntale, que mi corazón desde ese día,
Tiene un llanto que ya no soporta.
Y ustedes todas en conjunto
Al verme llorar bajo su trono
Díganme: ¿No tienen ningún socorro,
Para este mi mundo?
Creo que a mi pregunta,
Les nace una solución,
Pues la noche dejó de ser de ultratumba,
Y se llenó de iluminación.
Pero, mientras estos versos escribo,
Unos compañeros se acercan a mi lado,
Y me expresan sin cuidado
Algo de lo cual soy esquivo:
Tristes me dicen que son,
Los versos que en esta noche me nacen,
Será acaso porque a mi corazón,
Brotar lágrimas hacen.
Mas para mi alegres parecen,
Pues la noche no me ha negado su afecto,
Y a mi corazón hará que regrese,
Esa mujer… ¡Mi amor perfecto!