La palabra es frágil
en una sociedad de cretinos,
se quiebra como hoja en el astil
y vertical se despeña como el frio rocío.
No urge la verdad en los sordos oídos
sin lógica.
La amputada alma del tirano hostil
elige la mentira en su emblema de logia.
El tiempo recorre miradas que se fijan en un punto
de vil simulacro, infelizmente saciada.
En esta bípeda manada
se golpea la palabra contra el muro,
de ahí el temor social cirujano
a la verdad,
impedida de incrustarla en su mano.
La sumisa masa servil camina la huella del villano,
en la boca de los subtes, en autobuses extraviados.
Las máscaras son la simulación del deseo
que apoyan sus nalgas en las veredas del miedo,
más en el último pulso del latido
explota su pólvora la palabra con sentido.
Y si la hipnosis de los cretinos envilecidos
autómata aferra el mango del cuchillo,
que escondan sus espectros bajo la sombra
antes que las infatigables manos en la minoría con estilo
cosan con cisuras sus ángulos sin argumento.
Porque la verdad en la palabra es directo sacramento
que noquea la mandíbula del misterio,
confundiendo a los oportunistas al momento.
Les hunde el acero como un puñal artero
que por su filo hecha flor en fermento,
torcidos se evaden a las cuevas con pavor
cuando la palabra de los siglos se enaltece
en la dignidad de las voces que merecen su honor.
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