Voy caminando casi deslizándome,
una quena me abre las puertas,
al reino de las hadas.
Las pequeñas damitas,
responden a mis melodías,
y juntas danzamos sublimemente,
alrededor de un rosal encantado.
Polvos plateados me elevan hacia el cielo,
ahora tengo unas cristalinas alas,
y un precioso anillo de plata.
¡Bellísimas criaturas, me han aceptado!
Ellas ríen desinteresadas,
mientras me pasean por los árboles,
mostrándome sus rústicos hogares,
llenos de espirales,
que me hacen sentir en casa.
Algunas se aproximan con cuencos de agua,
sobre sus faldas,
¡Son las protectoras de las lagunas y cascadas!
Con mucho amor y en comunión,
cada hada se sincroniza con cada nueva estación.
Son amigas de toda la naturaleza,
cuidan de ella con dedicación,
y la Pachamama a cambio,
les da empujones de vibración.
Lidia, la protectora de las plantas,
me prepara un té de jazmín,
para que regrese a mi dimensión en calma.
Una onda de tristeza recorre mis entrañas,
mas aquellas acuden a mi encuentro,
acariándome el aura.
Ya limpia y renovada,
un fuerte viento,
me hace girar sobre mi propio cuerpo,
las hojas se levantan por su fuerza,
haciéndolas moverse con proeza.
Una pequeña llave va posándose en mi mano,
el aire cesa,
Me encuentro frente a una gran puerta de oro,
de invaluable belleza,
lentamente la abro,
y me descubro descansando plácidamente,
en la comodidad de mi cama.
Abro mi palma, y descubro en ella,
la llave mágica,
bañada en luz dorada