En un frugal intento de llamarte
iba mi voz hacia una antena escasa,
golpeando los balcones de tu casa
merodeó sin alcanzar su parte.
Equidistante entre tú y yo la vida
se coló por las redes de la angustia,
sin ojos vi en una ilusión mustia
el inminente espectro de tu huida.
Hastío, senectud que en los cristales
el eco hacía mi mismo devolvía,
las palabras el viento disipaba.
Despeñado en el cráter de mis males
como para encender mi hipocondría…
era tu jefa quien me contestaba.
Masaya, 30-09-2013
Marcos Hernández