Lastimé, herí, dañé,
pedí perdón, casi de rodillas
pero no me escuchó,
ha desoído mis ruegos y se fue.
a solas en mi cuarto, sufrí, lloré...
sentí que no podía vivir sin ella.
Ese desoír fue la excusa
para correr a otros brazos desconocidos?
o a los de quien ya la esperaba, quizás.
Sufrí aún más al verla con él
tantas veces, tantos amaneceres,
tantas tardes, tantas noches...
El tiempo ha pasado, y hoy,
mirando atrás, es sólo un recuerdo,
ya no sufro, ya no lloro.
Viví con ella los mejores años
y no tan buenos también
pero de ese amor,
la vida me dio lo más preciado
lo que da sentido a mi vida, mis hijas.
Eso le debo a Dios,
que me ha dado la posibilidad de ser padre
y a ella, porque me amó, o me ama tal vez
y por lo que me dio mientras estuvimos juntos.
Hoy, ya no sufro, ya no lloro.
Puedo vivir sin ella.