Admito que sabes defenderte muy bien,
que juegas al amor sin importar con quién
y luego siempre tienes tu propia verdad.
Sueles meter mucho a Dios en tus alegatos,
al final si alguien contigo pasa malos ratos,
tú culpas de eso hasta a la propia divinidad.
Y usas frases como”será que Dios no quiso”
o “si esto pasó, Dios sabrá por qué lo hizo”,
o culpas al destino, que es como Dios para ti.
Te pones mística para decirle a quien te amó,
sin importar si es otra persona o si soy yo,
que si el amor no se dio, Dios lo mandó así.
Tienen a Dios muy ocupado tus creencias,
entonces a Él se deben igual las ausencias
y que las flores aunque bellas se marchiten.
Es de Dios la culpa de que nos enamoremos
y que las heridas que ambos nos hacemos
perduren todas en el alma y no se quiten.
A Dios habrá que culpar hasta de los celos,
busquemos al responsable de eso en los cielos
y que nos explique esos renglones torcidos.
Culpemos a ese Dios de la falta de acuerdos,
de una historia que pudo llenarse de recuerdos
y tiene sus páginas plagadas sólo de olvidos.
Culpable será Dios de nuestras inconstancias,
culpable de la infidelidad, de las distancias,
de que el corazón no lata por quien debe latir.
Habrá que pedirle pues a Dios que no se meta,
porque también Él tendrá la culpa si el poeta
un día de pronto ya no sabe sobre qué escribir.
Culpemos al Creador de todo en el mundo,
es el responsable si ahora soy un vagabundo
y de que el dolor para ambos se expanda...
Hagamos esto a tu modo, que Dios no se oponga,
si llegas a amarme que sea porque Él lo disponga
y juro que al final te olvidaré... como Dios manda.