Tantos años hace ya que me acompañas, aunque casi siempre te veía lejos, yo en mi mundo de fantasía y tú corriendo con tu singular alegría. A pesar de que fuiste atrevida para muchas actividades junto a nuestro pequeño hermano, nunca aprendiste a manejar la bicicleta, esa siempre nos sirvió para posar ante las cámaras. Es que además en casa el vehículo era destinado para los varones; pero eras diestra dándole vueltas a la manivela del molino para triturar los mojados granos de maíz que servían de alimento a los polluelos.
El vaso con leche de mamá también te acompañó a la escuela, el que quizá compartías con otros como has compartido tantas cosas a lo largo de esta vida. Si la vida, que era despertarse con la algarabía de pájaros todo el año y dormirse bajo el manto de la luna en esas cálidas noches del verano.
Con tu inocencia blanca a veces colmabas mi paciencia, pues yo seguía intentando jugar a la maestra mientras tu preferías unirte al pequeño travieso y junto a él fraguar un sinnúmero de aventuras…reuniendo caracoles en el río o buscando pichones en sus nidos.
Mirna Lissett