ineden

GÉLIDA

La desnudez de mi alma está desgastada,
por el recuerdo que me habita cada noche.
Fiel acompañante de mi psique silenciada,
la mordaza hace su aparición a medianoche.
 
Mi intelecto divaga en taciturna sinfonía
con cada nota, hallo la partitura de tu presencia.
 
Vagando por los adoquines de esta ciudad,
busca tímidamente un hueco donde cobijarse
de esa terrible humedad  que inunda sus arterias.
 
Las lágrimas negras se aprisionan en mis ojos,
atravesando a cada pálpito de tu evocación
ese órgano moribundo que un día fue tuyo.
 
Mis bolsillos aún están repletos de tus recuerdos;
una sonrisa, una caricia, una mirada, un beso…
Los extraigo como la cerillera del cuento,
cada uno con dulce esmero, saboreándolo.
Intento con su presencia dar ese abrigo
del que hoy carece mi  alma lánguida.
 
Más el gélido viento aparece con tu recuerdo,
todas y cada una de tus dulces reminiscencias,
se derraman perdiéndose con el gris del asfalto.
Las afiladas agujas han llegado con la lluvia
y se ciernen sobre mi todavía sangrante pecho.
 
El frío ártico acecha mi alma ya ennegrecida.
Ya no hay  para ella ninguna esperanza de vida.
 
Tu ausencia y presencia constantes
son la daga de esta tormenta diaria
y ya no queda nada en mis bolsillos
que  pueda aportar ese amado calor
que un día hizo arder mis entrañas