Duele ver marchita la paciencia intacta
el color del viento, la flameante llama.
Duele ver que el llanto, de llorar se cansa
y la palabra endeble susurrar no alcanza.
Duelen los rincones, pintados de ausencia
las calles vacias, mientras el sol muere.
Duele la mentira sobre la obediencia
perfume que expiran los vastos placeres.
Duel ser mendigo de la indiferencia
silencio infinito, ya de nada mueres.
Duele ver los sueños escapar sirvientes
como van los rios, entre sus corrientes.
Duele las traiciones que de nada visten
mas siendo aluciones del dolor que gime
las bocas cerradas que en los libros duermen
las almas perdidas que nacen y mueren.
Duele hasta la calma del llanto que hiere
ni la mano oculta persignarse puede.
¿Qué dolor no alcanza afligir las ansias
del hombre que aguarda el bien que no tiene?
Duele la caída del cielo que viste
las hojas prendidas de negables muertes
y los ojos bajo cicatrices, duelen las miradas
duele verlos tristes...