Marner

Pero jamás volvió

 

Después de todo quiero creer que fue

 un sueño, uno tan real,

era el sueño más regocijante.

 

Tú venias a mí,  rozaste tu piel con la mía,

me miraste fijamente, tus manos sudorosas,

me dijiste tengo miedo de saber

 

Miedo de saber...\"si quieres\"

¿Qué?- respondiste

-Puedo ayudarte a...

 

Y entonces juntaste tu sexo, tu cuerpo con el mío,

Las alas de tu nariz se movían de una manera agitada,

me viste con deseo.

 

Mis mejillas se unieron a las tuyas

y después de un instante teníamos

unidos los labios.

 

caminamos al sillón donde cayó  tu mochila,

solté la pluma que tenia en la mano,

y bebí tu perfume sin detenerme.

 

 

Era tu cuerpo joven,

o quizá el estúpido deseo

de no parar.

 

Eras  la inocencia que me invadía de caricias,

 la unión de mis manos y tú piel blanca,

tu espalda y mi espalda.

 

Era el deseo urgente de tenernos,

de besarnos, de sentirnos

era el bossa nova perdiéndose en el aire.

 

Las miradas furtivas, escondidas,

mientras fingía ver a otro lado, cuando

practicabas el movimiento de tus manos en la clase.

 

Eran mis cinco años mayores,

era tu rostro, tu cuerpo perfecto,

mis manos en las tuyas mientras las ponías en las cuerdas.

 

Ahora era más que tu maestra,

eran las tardes de lecturas de poemas,

de comentarios, eran las tardes de Chopin y Neruda.

 

Y caímos en el sillón de la sala,

esa que estaba llena de libros, de cuadros

de plantas exóticas.

 

Eran las cortinas cerradas,

las ventanas húmedas, el jardín enorme

en el cual no se oía nada.

 

Era la décima clase, eran las tardes,

tú bien sabias que era tu perfume,

que era tu mirada la que me mataba.

 

Empezaste a despertar un interés en mí,

tú  sabias que era  lo que querías,

tú sabias porque las tardes.

 

Las tardes solitarias, la música, las letras.

Era tu interés por saber cosas nuevas,

de buscar respuestas, de saber de mí.

 

Era tu mirada, tu sonrisa

que empezó a cambiar,

tu forma de hablarme.

 

Éramos tú y yo,

el deseo, la pasión,

la timidez, el primer orgasmo.

 

Era la experiencia y tu niñez,

tu deseo y quizás mi insensatez.

Tú y yo eso éramos.

 

Éramos al fin de todo la conclusión

de cada tarde de clase, de cada roce de manos,

de cada mirada, eras  tú el desdén, el vaivén.

 

El sol se ocultaba,

 tu pierna sobre las mías,

y al verte así, tu cuerpo, tu rostro...

 

 Te recite: Llénate de mí. Ansíame, agótame. (Pablo Neruda)

Tú me miraste, bajé la mirada

y besé tus labios.

 

Nuestros cuerpos desnudos, en aquel sillón

testigo de cada historia, de cada día,

dejaste caer el ligero peso de tu cuerpo.

 

Después de un tiempo quedamos dormidos,

abrí los ojos, la inmensa noche había llegado,

tú no estabas, ni tu ropa aun lado de la alfombra.

 

Ni tus cosas, tu mochila, tu cuaderno

sólo mi cuerpo desnudo, frío

y en la mesa unas letras.

 

\"Eres la música de mis días,

y las letras de mis noches\"

Te quiero de un modo que no entenderás,

y del modo en que yo sabía que tú lo harías.

 

Levanté mi ropa, me la puse,

y continúe leyendo:

Desde el momento que te vi, aun desde antes

sin conocerte bien, sabía que algo en ti me atraía.

 

Y cuando te fui conociendo lo confirme,

eres más de lo que desee,

eres el silencio perpetuo.

Te amo, a escondidas

 y lo seguiré haciendo.

 

Quería saber cómo amabas

y que supieras como te amaba,

pero después de todo nada es eterno.

 

(Fueron estas sus palabras, en aquel papel que estaba sobre la mesa).

 

 

Sin embargo llegó el nuevo día,

la tarde y esperaba su llegada,

pero no volvió, jamás volvió

y aún a veces espero su regreso.

 

 

¿Somos hoy, quizá lo que fuimos hace tiempo?...

 

 

 

Y el sillón aún sigue en la sala, junto a los libros, frente al jardín que ahora  parece un desierto.