Amantes del silencio guardamos el recuerdo
de las palabras nunca pronunciadas.
Las sombras de miradas escondidas,
sujetas por un hilo en un trozo de espacio.
Buscamos los sonidos de murmuradas
confesiones que no hemos confesado.
Nos refugiamos en sueños que duelen en el alma
como fetos destinados a un aborto temprano.
Extendemos las manos hacia la nada
intentando sujetar la fantasía enamorada,
mientras la tenue luz de una esperanza
corre, juega, se oculta, vacila y se evapora
en el alumbramiento agónico de una sola palabra
que ni siquiera una vez hemos susurrado.