Era tu cuerpo; crepuscular fuego
y calma. Como lluvia de verano,
mi mano traviesa busco tu mano
y mis labios estrujaron tu ego.
pero tú, sonrojada por el silencio
de las notas robadas de algún piano
en el esplendor de un beso profano,
desgranabas las caricias con artificio.
era tu boca la fruta de olvido,
que permitió a mis labios probar
sus jugos y en irreverencia lograr,
que conociera lo desconocido.
tus piernas; traviesas enredaderas
en la intimidad dela jungla espesa,
donde deshoje tu negra cabellera
y descubrí tu cuerpo de pies a cabeza.
cada beso que mojo tu piel de seda,
era un constante aletear de paloma,
que con el tiempo a la memoria asoma,
con la tibieza que en los labios queda.