Compartimos muchos momentos de nuestra infancia como los juegos con las muñecas que caminaban, los trastecitos de barro que mamá nos compraba en la feria y cuando salíamos por las calles a ofrecer el pan de maíz horneado en casa. Hasta que me llegó la adolescencia y debí partir para continuar con mi siguiente etapa de estudios. En la capital yo tejería el camino para que cuando tu llegaras las brechas entre el campo y la ciudad fueran menos distantes.
Me perdí de algunos otros momentos mientras crecíamos y afianzaste más los lazos con los hermanos menores. Atrás quedaron las muñecas, los idénticos vestidos que nos confeccionaba mamá María al igual que los pequeños delantales blancos. Pero en aquellos tan especiales, siempre estuvimos juntas como cuando recibiste el pan de ángeles y además de ese acto de fe vinieron muchos otros instantes importantes.
En mi mente seguía danzando la idea… de cómo se concibió la llegada de tu personita, al verte vestida de blanco confirmaba que alguna estrella bajó del firmamento…