La vida es un soplo que DIOS deposita en un envase al que llamamos cuerpo,
un vehículo ad hoc para desplazarse en un universo
de cuatro dimensiones, que se deforma en curvas
por la interacción de la materia, según Einstein, por lo que
todo el universo se afecta
con el movimiento y la interacción
de todos los cuerpos en movimiento
en un momento y en un espacio
que dura una fracción de segundo.
Acostumbramos detener el tiempo en pequeñas
muestras de papel que llamamos cartas,
o aun en documentos oficiales
sin los cuales no existimos civilmente hablando.
De igual manera, capturamos el tiempo en instantáneas
que podemos imprimir a color,
también en una fracción de segundo.
Cuando a los abuelos de nuestros abuelos les tomaba
varios minutos para exponerlas en placas metálicas,
y después de aplicarles diferentes baños de emulsiones y agua,
dejarlas impresas en sepia.
En cambio, hoy podemos descargarlas en impulsos
electromagnéticos a través de la internet.
La vida es el proceso de envejecimiento en el tiempo,
de ese pequeño ser que fuimos algún día, acunados entre los brazos
y apoyados en el regazo de unos padres amorosos.
Luego, ese inquieto en crecimiento que se desplazaba apoyado
de los objetos inertes cercanos,
hasta el día que aprendimos a caminar con soltura,
y luego a correr.
Al paso de los años, y con la integración
de los rasgos del carácter amalgamados
al temperamento innato,
la vida se convierte en esa cruenta historia que compendia
el aprendizaje de normas y conductas, que conlleva lo mismo
a nadar contracorriente y sufrir las consecuencias.
Que dejarse dócilmente llevar por el torrente río abajo,
a veces encarando la furia de los rápidos,
a veces bogando con suaves movimientos de timón
donde las aguas fluyen con suavidad.
Que encallando en riberas fangosas de aguas estancadas pestilentes.
La vida es para los niños descubrir que las niñas existen y viceversa.
Es inventar historias de amor a edad temprana, y padecer
con el primer rechazo.
Morir de amor por el amor que es imposible,
y que nos mata con interminables e incontables insomnios.
Que nos desgasta las manos y la tinta,
y el corazón en latidos,
que son mucho más que la respuesta
electromecánica del miocardio joven,
en respuesta al cambio de polaridades iónicas
y a gradientes de concentración de sales
de potasio y sodio atravesando una membrana
selectivamente permeable.
La vida es caer y levantarse de multitud de adversidades y pérdidas,
es superar el dolor del abandono,
y el fracaso de uno o más amores,
asimilar las ausencias y las muertes.
Y el dolor de ese perdón
que no supimos pedir a tiempo,
y de ese amor que no manifestamos
en su momento,
en ese abrazo que negamos, o en aquel que nos negaron.
O cuando escapé cuando debí quedarme,
o cuando permanecí cuando debí escapar.
La vida es para unos cavar para la siembra,
y para otros, a golpes de martillo forjar el hierro,
y para unos hacer fortuna con los productos de los dos primeros.
Para otros más, checar una tarjeta de entrada y de salida en la jornada laboral.
Entretanto que para otro, se concreta en entregarle la tarjeta de checado,
y llevar el control de sus horarios y de sus incidencias.
La vida en esos territorios para algunos
se compendia en escalar,
y para otros en ser la escala.
Para otros dirigir, y para otros ser llevados.
Para unos enseñar, para otros aprender.
Para unos llegar y para otros despedirse,
parafraseando al Predicador no hay nada nuevo
debajo del sol. Y todo es vanidad,
y aflicción de espíritu.
También esto es la vida.
Es tiempo de abrazar y tiempo de soltar, o sea
de recibir a los hijos en el calor del regazo de padres,
y de enseñarles a volar hasta donde uno sabe,
para después permitirles surcar como las aves
le permiten a sus polluelos, primero saltar
de rama en rama en el follaje próximo al nido,
y luego mirarlos partir en pos de su destino.
Confiando que el mismo DIOS que sobre todos manda
el calor del sol y el sustento. Y que guardó de nuestra vida hasta las canas,
también ha de guardarles donde vayan.
La vida es cada instante que penetra ese soplo que DIOS (El Verdadero),
deposita en el envase que llamamos cuerpo.
Que al principio es todo energía, mientras se traza la curva ascendente
en la parábola,
y que después de los cuarenta, sencillamente se desgasta
sin remedio a cada instante.
Aunque la vida en realidad la vida parece no desgastarse, solo el cuerpo.
Pues por dentro continúo siendo el mismo ahora que a los cinco,
a cincuenta años de distancia de esos cinco.
Gracias ABBA por la vida que me regalaste hoy,
y por la vida que me quieras regalar mañana.
AMEN