De tu cabeza fría a la que
La noche le arrancaba misterios,
De esa piel apretada y salada
Que envolvía en mis manos;
De la sangre derramada,
Del sudor exprimido,
De la visiones en comunión,
Y los planes, y de todo
Lo que nos alcanzaba para llenar
Los minutos previos al amor.
De la carne y del esqueleto,
Del alma, de esa alma incolora
Que te delineaba, y de tus espectros,
De la tierra, de esa tierra sin paz
Que habita desde lo sano hasta el infierno
De mis ganas que atentaban,
Terroristas, a los confines de tu cuerpo.
De las sonrisas que nacían limpias,
Como fuentes de agua; puras y cristalinas,
De lo que nos habita en el recóndito miedo
De la oscuridad trémula, de esa distancia
Que hay entre pezón y pezón
Y de tu ombligo a tu sexo.
¿Que nos queda de la galería de momentos?
Que nos queda, si es que algo puede caber
O si es que algo puede quedar
En el medio exacto del ruido que provoca la pasión
Y del olvido convertido en silencio,
¿Qué te queda?
De lo que ayer fuimos y nunca más seremos.