Agarrate duro, te dije un día muy duro
a ver hasta donde aguantas.
Y mira que sí aguantaste, pero terminaste
por caer, -como la fruta que de tan madura
muerde el polvo- ya te diste cuenta
que en otra orilla mi bajel está,
que tristes tus arenas se tornaron
y que amargo ha de ser mi recuerdo.
Te pulí tanto que el brillo me omnubiló
y a ti tambien, más, yo aprendí que el brillo
no lo es todo y tu creiste que nunca te opacarías.
Hoy aunque te eche más trapo, jamás habrás
de ser quien te creé por que no serás lo
suficientemente inteligente para darte
cuenta que la luz no está en ti, sino en quien
la enciende, y que no es más el pedestal
que lo que decora su corona.
El tiempo se encargo de despeinarte,
de gritarte a la cara su verdad,
y aunque a mi tampoco me fué propicio,
al menos hay quien me acompañe
por este porvenir senil y placentero
donde antes en sueños te sembré,
y que solita te arrancaste para ser
lo que eres.
Ahora quiero decirte mujer:
agarrate duro -otra vez- porque
hasta el aire te será pesado,
a ver hasta donde aguantas.