Esperé algunos años a que te reunieras conmigo y compartir en el colegio lo aprendido, pero llegaste cuando yo iniciaba otra etapa-la universitaria-. Ya había dejado mi huella con algunas maestras, aunque portabas el mismo uniforme tú viviste experiencias diferentes. Hiciste muchas amigas de aventuras y aprendizajes, en tu memoria quedó Liz, Tita, Titi y otras más… Así, otro círculo de la época colegial se cerró.
También aprendimos a cuidarnos una a la otra mientras vivíamos en la gran urbe, con la amorosa presencia de mamá María. Nuestros hermanos y primos se sumaron después y nos convertimos en las administradoras del hogar durante varios años. Tuvimos casa llena durante algún tiempo hasta que cada uno empezó a construir sus propias historias.