Que se mueran de envidia todos,
los que te ven pasar de mi mano,
que vean lucir el orgullo humano,
que proclamo al cielo y a Dios.
Porque este amor que no muere:
ni languidece en la puesta de sol,
se levanta como mágico arrebol,
con la tímida caricia del que quiere.
Que no se interponga nadie amor;
ni la lluvia, ni la noche, ni la mar,
ni tus parpados cansados de mirar,
las espinas que nos causan dolor.
Aunque el mundo de envidia muera,
jamás evitaran amor que yo te quiera.