Caminaba tristemente un caballero
Con el pensamiento ocupado por su Dama
Sin levantar cabeza, mirando al piso
Dejando huella en el camino con su llanto.
Su andar era lento y tremulante
No hablaba se había quedado sin palabras
No respondía al saludo afable
Sus oídos estaban ajenos a la sociedad.
Se detuvo sólo por un segundo
Levantó cabeza, miró atrás y siguió
Resbaló en su mismo llanto sin caer
Pues los caballeros nunca caen.
A lo lejos una voz le llamaba:
¡Caballero, caballero!
No prestó atención y su paso no detuvo
Alzó por primera vez la vista al cielo
Y admiró el volar de un par de golondrinas.
Sacó un reloj de su bolsillo
Sin inmutarse volvió a guardarlo
Se acercaba la noche eran casi las seis
Y la misma voz volvió a llamarle:
¡Caballero, caballero!
El garzón detuvo entonces su paso
Preguntó a quien lo llamaba:
¿Qué pasa?
¡Señor han asesinado a su Dama!
Si señor, dijo el garzón,
¡El asesino soy yo!
Y siguió su rumbo,
Caminando tristemente
Mirando al piso, sin levantar cabeza
Con el pensamiento ocupado por su Dama.