LXX
Cuan jocoso el ritmo de las ninfas
En el éxodo de los desvalidos
Pudo detruírme a la vez mis vendas
Despatriado y menos amoroso
De nada el vértigo de las cosas
Se hizo inamovible a la vez
Que le mordí la mano a mi amo
Con más arrepentimiento que gozo
Y así caí en la poesía
Y caído como un vagabundo
Empecé a caer en otras trampas
Y cada día desde ahí mismo
Creyeron que yo no estaba loco
Y de ellos fui el mejor ateo