Rima, que guardas en tus líneas mi consuelo,
que juegas al amor entre tus versos,
tú, que no juzgas a tu autor cuando es sincero,
que alivias el dolor, y sacias el recelo.
Hoy te imploro, seas tú quien guíe mi sendero,
la ceguera de mi alma, me ha llevado a lo peor:
ya no entiendo a qué he venido, a este mundo sin piedad,
ni por qué en tan pocos años, ya deseo mi final.