Aquellos versos imperfectos te amaban;
en aquel tiempo nada era imperfecto.
Hacíamos caso omiso de la métrica mutilada,
atesorando, con especial celo, la crónica,
el segundo imperecedero,
la piel y los besos.
Aquellos versos te describían,
nos detallaban
y para nada era importante la rima;
lo esencial era que precisaran el placer,
la saciedad,
los orgasmos.
Aquellos versos te hacían sonreír,
siempre lograban ruborizarte,
acariciaban tus senos y el vientre tenso.
Aquellos versos se convirtieron en tus versos preferidos,
los declamabas en silencio,
gustabas compartirlos con tus amigas,
llevarlos contigo a cada instante.
Aquellos versos fueron tus versos
y yo me convertí, para siempre, en tu poeta.