Hector Adolfo Campa

La tarde hoy cae matando...

La tarde hoy cae matando,

Como lo hace el pasado,

Cae ardiendo,

Con nubes de fuego

Y sonriendo;

Dorado cieno y fango.

Enardecido placebo,

El lacre de los recuerdos.

Caigo silenciado,

Nostálgico sembrado,

El aliento contengo,

“Suspiro, tratando,

Llenando un vacío,

Dolores semidormidos”

 

Y las nubes que ardían,

Ahora grises líneas,

Horizontes purpúreos

Que candores perdían.

Alcoholes y silabas,

Métricas amoratadas;

Los parpados sufrían

Suspiros y memorias,

Tu culpa, invadías.

 

Y el cuervo hambriento,

Plumaje pétreo,

Quejido sin sentimiento,

Sin vuelo, necio.

Esa ave es mi alma,

La que tú guardas,

Que cuidas en gaveta,

Al que no lees,

No extrañas,

Con calma, no amas.

No crece, ya no canta;

Pero esa ave cae,

Su vuelo se muere,

Tú y tú, malignas

Causas.

Terribles lágrimas.

 

La noche llega al entierro,

Acompañada de luceros,

Blancos, azules, eternos,

Recordatorios

De lo solo que me siento;

Los ilusorios

Fragmentos de escombros.

 

Y todo cae en el sentimiento,

Todos guardan silencio;

Susurros fríos del viento,

Indiscretos,

Me regresan los recuerdos.

Y todos caen en desquicio,

Calladitos;

Te recuerdo, estremecido,

Desahuciado,

Te nombro, sufriendo,

Rompiendo novenarios,

Gritando tu caída y sollozando.

Y nada arde hasta el solsticio,

Te idealizo, te beso temblando,

Y me despido,

Para seguir cayendo,

Hasta el fin de los tiempos,

Hasta encontrar el fondo,

Solitario,

Como siempre,

Sin ganas,

Sin un final añorado,

Camino amado,

Maldecido,

Ya no puedo,

Me despido.

Prendo un cigarrillo,

Y con el humo ennegrecido,

Me hago un féretro,

Con aroma a suspiro.