Hugo Emilio Ocanto

Llegar, y no poder entrar (Poema) GRABADO

Llego a mi casa muy tarde.

Son las tres de la mañana.

Llego muy nervioso,

y con cargo de conciencia.

Lástima que el alcohol,

y la gran farra,

no me hayan antes  permitido

ser consciente y comportarme

con decencia y responsabilidad.

Coloco la llave en la cerradura

y ésta no abre.

Trato varias veces y no lo logro.

Me fijo si es la llave correcta.

Lo es, pero la puerta no se abre.

Toco timbre, y mi esposa me contesta

que a esta hora no abrirá la puerta.

Que me fuese  a dormir

a la cama de la cual llegaba.

No podía creer lo que escuché.

Me confirmó que había cambiado

la cerradura.

No podía estar a esa hora gritando

en la calle.  Casi susurrando

le pedí varias veces que por favor

viniese a abrir.

Hizo oídos sordos, y no vino.

Me quedé sentado en el umbral

por unos minutos.

Por supuesto, el taxi

que me había traído,

ya había partido,

y ningún otro pasaba.

Me quedé allí sentado,

amargado, y maldecía mi infidelidad.

¿Qué hacer? para colmo dejé el celular en casa.

Recordé que a tres cuadras,

hay una cabina telefónica pública.

Me dirigí hasta allí,

y recién me di cuenta que no tenía monedas.

Me sentí muy mal.

Estuve tan disgustado conmigo mismo,

que sentí la necesidad

de golpearme la cabeza contra la pared.

Para colmo no vivimos en un edificio.

Habiendo sido así, no habría

cambiado la cerradura.

Yo mismo me decía: \"jódete, por infiel\".

Pensé irme a un hotel, pero no lo hice.

Me dirigí a sentarme en un banco de plaza,

a una cuadra de mi  casa.

Pasó un patrullero policial.

Uno de los policías me preguntó

qué hacía allí a esa hora.

Le contesté que había perdido la llave

de casa, y que no podía entrar

porque mi esposa no estaba.

Argumenté que se había ido fuera

a visitar a sus padres.

Me propusieron si quería ir

a la comisaría por unas horas,

hasta conseguir una cerrajería

que me atendiese mi problema de llave.

Les agradecí, diciéndoles que

ya me pasaría a buscar un pariente.

Partieron, y me quedé un rato más.

Desaparecí del lugar,

porque supuse que volverían a pasar

por allí, y pudiesen verme.

Volví a casa, llamé y logré 

que mi esposa viniese a abrir.

Me comentó que anoche una seductora

voz femenina había preguntado por mí.

Allí comprendió todo lo que

tenía que comprender, ante tal llamado.

La tonta de la mujer con la cual

pasé la noche, metió la gran pata.

Todavía estaba embotado

por el acontecimiento desgraciado,

y por el exceso de alcohol.

Mi esposa me permitió me diese un baño,

con la condición que me fuera a dormir

a otra habitación.

Diciéndome que si quería

una mujer a mi lado,

fuera a buscar a la

prostituta con la  que pasé la noche.

Cerró nuestra habitación con llave,

y después de bañarme,

tuve que dormir solo en un diván...

me lo merecí, por infiel...

por no haber respetado a mi esposa.

Derechos reservados del autor (Hugo Emilio Ocanto - 15/10/2013)