Mi infancia quedo presa
en un campo de amapolas
de amigos y juegos inventados.
Mi infancia despertó al mundo
sin yelmo ni coraza de hierro,
demasiada frágil y de débil
y expuesta a mil heridas.
Corazón de niño vacío
privado de la inocencia.
Levanto un puente de fuego
hecho de sentimientos dulces
en busca de la infancia perdida
y allá está esperándome de tu mano.
El puente desaparece, apagado
por la paz de sentimientos blancos.
Puedo rehacer el puente y cruzar
para encaminarte al otro lado,
pero prefiero quedarme contigo.
¿Cruzaré otra vez el puente?
Mil veces si me acompañas.
FÉLIX MORENO