(Managua, 27 de octubre de 1981.)
Estoy en el desierto
de arena candente,
de sed y cansancio,
de soledad y muerte.
A lo lejos,
el sol se oculta,
a lo lejos.
El viento,
reseca mis labios
y mis dedos,
ya frágiles se incrustan en la arena
esperando sólo la muerte.
Las rapiñas,
al amanecer nuevamente,
nuevamente encorvarán sus uñas...
y todo será siniestro
y todo será el fin.
Después la arena y yo
... seremos uno solo.
Volveré a ser polvo,
como quien vuelve a su lugar de origen
del que nunca debió de salir.