Sentenciadas por las garras de la vida
las baña el polvo negruzco de su suelo;
han sembrado un sauce para su desvelo
provocando una alegría adormecida.
Los capullos se marchitan sin control
-la tibieza del sepulcro acecha rosas-
y las gotas de dolor se ven gozosas.
Rosas negras, que desangran su arrebol,
suspiros muertos y un eco resignado,
se excitan en el abismo desalmado.
Cubiertas por la penumbra conmovida,
se diluyen en confín de desconsuelo.
Rosas negras envejecen en subsuelo
de mágica soledad que rauda anida.