Quiero hacerte el amor, sentir que estoy vivo.
Sentir tu vientre palpitar, dilatarse bajo mis manos,
recorrerlo despacio, asombrándome con el a cada milímetro.
Que cuando tus ropas caigan despacio
y sin prisa mis ojos se llenen de ti.
Mis sentidos se embriaguen de tu perfume,
de tu fragancia, de tu olor.
Que al desnudarte la belleza,
tu belleza, me haga perder el control.
Y perderme de manera total
y absoluta en ti, en tu cuerpo,
en tu amor.
Caer derrotado ante tus encantos.
Quedar pasmado por tus caricias,
amarte, poseerte, disfrutarte, gozarte, sentirte.
Sueño con el día en que te descubras ante mí.
Con tu vestido tirado
a los pies de nuestra cama.
Ansío ese día en que apenas
una frágil capa de lencería te proteja, te cubra.
Y mientras los encajes
y transparencias te traten de cubrir,
en realidad no hagan sino destacarte.
Sostener sus encantos,
mostrar tus formas rotundas,
tremendas, fabulosas y
excitantes a más no poder.
La lujuria se posesiona de mí.
El deseo me lleva hasta la cumbre de la dicha.
Tu cuerpo, tus besos, tus manos,
tus palabras y gemidos me aturden,
me subyugan; dejándome apenas sin control.
Quiero, deseo, necesito tus caricias,
tu amor, tu sexo húmedo y palpitante.
Y lo deseo por la sensualidad,
no por la sexualidad.
Te deseo porque te amo.
No te amo por el deseo de tu cuerpo.
Porque quiero complementarme en ti.
Sé que en ti, me sentiré pleno,
lleno y satisfecho.
Pero deja mientras ese glorioso día
llega de aparecerte en mis sueños,
en perturbar mis noches
con tus interminables desfiles de lencería.
Con tu boca traviesa
y llena de palabras perturbadoras,
de amor, de insana pasión.
Tú cara hermosa,
tus pechos florecientes,
tus caderas increíbles.
Tu sensualidad apenas contenida,
tu sexualidad a flor de piel.
Tú eres, solo tú, a quien amo y deseo.
Ya no hagas solo en sueños lo que tanto anhelo.
Tómame soy tuyo.
Goza, cómo yo gozo contigo.
Todo el deseo contenido por ti explotará
en una interminable cadena de espasmos de placer.
De elucubraciones morbosas.
De un catártico placer.
De nuestros cuerpos sudorosos,
agotados apenas sostenidos por un halito de vida.
Entregados en su totalidad a los placeres carnales.
Dilatados… Incapaces de recordar las locuras
cometidas apenas unos segundos antes…
Pero… Sobre todo con el amor, mutuo,
saliendo de cada poro de nuestros cuerpos.
Estos cuerpos, que aún cuando
el tuyo es la personificación de la perfección,
apenas podrán contener nuestros sentidos.
Cuando las miradas no sean suficientes,
las manos hablarán por nosotros.
Y solo hablarán el lenguaje del amor.