Sentado a la orilla de un viejo anden,
veo llegar el tren de las nueve
y como aquel día que partiste- llueve-
y mis ojos no ocultan la lluvia ¡porque en ellos llueve también!.
desgastadas están las vías de tanta espera,
de tantos viajes que van y van
y yo; en esta soledad tan fría y austera,
espero todavía que llegues; acompañado de agua y pan.
han enraizado mis piernas en el cemento,
puedo oír como murmura su dolor
y se confunde su nostalgia con mi tormento,
porque al igual que yo ¡ha perdido un amor!.
amo estas vías y su chillido de cristal,
porque día a día traen consigo una esperanza,
como las olas siempre, traen al mar en su andanza
y al besar tempestuosa la playa, encuentra su final.
así son los amores que se van y dejan su perfume,
en el recuerdo de algún jardín ya muerto;
y yo, sigo sentado aquí, esperándote tal vez inmune,
como quien despide algo de un modo tan incierto.