Escribo, escribo para desahogarme, para que me escuchen,
para que con el silencio de las hojas en blanco dandome animo,
pueda seguir adelante.
Escribo porque a falta de amigos, con quien hablar, se me encoge
el alma de tanto guardar, sentimientos encontrados que no vienen a lugar.
Al escribir mi mente se libera y mis lagrimas se secan, y aunque no dure
mucho, mi corazon se embeleza y los buenos sentimientos regresa, me
vuelvo uno con mi naturaleza.
No me importan la fatiga de mis manos, porque a al empuñar la pluma
todo lo demas se vuelve innecesario, y en ellas sostengo la llave que me abre
al sosiego, a las profundidades de mi alter-ego, de mi verdadero yo, de
aquello que el mundo nunca vio o no quiso ver.
Escribo porque el papel y la tinta no me juzgan, ni me llenan de preguntas
que me traen dolor. Son fieles consejeros basados en el silencio, un silencio
que me llena el alma, la hace dura y dispuesta a la adversidad, a aquello que
en el mundo nunca nadie podria aguantar, solo los que tienen suerte, al igual
que yo, de conocer esta forma de vida, que abre las puerta de mi corazon.